Locuras, mitos, ignorancia o simple estafa. La historia de las dietas para perder peso han estado siempre rodeadas de todo tipo de falsedades y excentricidades. Y, si bien la ‘fiebre de la dieta’ alcanza en nuestros días su punto álgido, lo cierto es que desde épocas pretéritas ya existía preocupación por la obesidad y, consecuentemente, gurús llamados a dar solución a ese problema, bien a través de métodos científicos, bien a través de cualquier otra cosa. En este post nos ocupamos de estos últimos casos, de esas ‘dietas’ esperpénticas sin soporte científico que, paradójicamente, se convirtieron en auténticas modas en su época.Este post es una recopilación de otros tres publicados en inglés: ‘Top 10 Weirdest Diets and Weight Loss Plans‘, de Amy Teeple; ‘A Brief History of Dubious Dieting‘, de Linda Rodriguez; y ‘10 Craziest Diets in History‘, de Neatorama; con algunas aportaciones personales. Me he pasado un par de horas más que divertidas traduciendo y descubriendo cosas nuevas en la elaboración del post, con momentos de auténtica carcajada (y también alguno de cierta indignación). Espero que tú pases al menos algunos minutos igual de bien, porque la relación no tiene desperdicio.
1. La dieta del cavernícola: también conocida como la del Paleolítico, recomienda consumir sólo aquellos alimentos que estaban a disposición del hombre hace 10.000 años. No los mismos, claro, que ya estarían algo caducados, sino sus correspondientes en la actualidad. Era aquella una época en la que la agricultura no había hecho mella aún en nuestras sanas tradiciones y consiste básicamente en carne magra, pescado, vegetales, fruta, raíces varias y nueces. Los granos, la leche, la sal, el azúcar refinado, los aceites y las legumbres están prohibidos.
2. La dieta del aleluya: la dieta del aleluya sólo permite consumir los alimentos mencionados específicamente en el capítulo 1, verso 29, del Génesis. Todos naturales, vegetales y crudos. Por supuesto, en el capítulo 9, verso 3, del Génesis Dios suprime estas restricciones, aunque a la dieta del aleluya esto le trae sin cuidado.
3. La dieta de la emigración: ésta es radical, aunque afortunadamente del siglo XVIII. Thomas Short hizo notar en su libro ‘Causas y efectos de la obesidad‘ que la gente era más gorda en los climas húmedos. Solución: trasladarse a zonas más áridas.
4. Dieta de la perfecta masticación: popularizada por Horace Fletcher, conocido como El Gran Masticador, en el período Eduardiano, consistía en masticar 32 veces cada trozo de alimento, lo cual suele durar unos 30 segundos, para, acto seguido, echar la cabeza hacia atrás y dejar que la papilla fluyese por la garganta. Si algún trozo no cabía, debía ser escupido. El autor aseguraba haber bajado unos 18 kilos en 4 meses. Lo cual no es de extrañar: con semejante método, a cualquiera se le quita las ganas de comer.
5. Dieta de la tenia o solitaria: a principios del siglo pasado se comercializaron unas píldoras que decían contener solitarias para combatir la obesidad. No se sabe a ciencia cierta si, efectivamente, las píldoras albergaban semejantes parásitos o era una engaño, pero lo cierto es que mucha gente pagó por ellas. De cualquier forma, aún hoy día se utiliza este tipo de bichos como soluciones sanitarias.
6. La dieta del pez: en 1939 una fiebre barrió EEUU. Lothrop Withington, un estudiante de Harvard, se tragó viva una carpa dorada de acuario y aseguró que perdía peso. Poco después miles de personas corrieron a imitarlo. La fiebre acabó cuando las autoridades sanitarias certificaron que el método no sólo no hacía perder peso, sino que ponía en grave peligro la vida de los osados, debido a los agentes patógenos y parásitos que podía transmitir el goldfish.
7. La dieta de la nicotina: las compañías tabacaleras no tuvieron el menor escrúpulo en publicitar el tabaco, a mediados del siglo pasado, como agente para perder peso. El resultado es de todos conocidos. Muchos perdieron algo más que peso.
8. Dieta del sueño: bastante elemental. Mientras duermes, no comes. Así que, si permaneces sedado, no comerás. Elvis Presley fue un impulsor de este ‘método’ en la última etapa de su vida. Sin comentarios.
9. La dieta de la limonada: el lema, de entrada, ya asusta: ‘Perder peso, obtener más energía y ser más felices en 10 días’. Tome exclusivamente una mezcla especial de limonada mezclada con agua salada y té laxante durante 10 días (hay incluso quien se atreve con cosas peores). Si no pierde peso y sigue con vida, lo suyo es grave.
10. La dieta del apio: basándose en una creencia aún no contrastada, sus promotores dicen que se queman más calorías intentando procesar y digerir el apio que las que aporta como alimento, de tal forma que, consumiéndolo, perdemos calorías. La teoría es perfecta, salvo un ligero matiz: la diferencia de calorías aportadas-quemadas es tan insignificante que haría falta comer miles de tallos de apio al día para que la dieta fuera efectiva. Y, además, a pelo, porque cualquier salsa o guarnición arruinaría el régimen.
11. Dieta de la sopa de col: es una dieta un tanto curiosa (bueno, como todas) que se desarrolla en siete días. El primer día sólo puedes tomar sopa de col, frutas agua y té, todo en la cantidad que quieras. Ya al segundo día comes verduras y, por supuesto, sopa de col. Todo lo que quieras también, hasta saciarte y más allá. Y así se van agregando alimentos hasta el sexto día, en el que textualmente: “Come carne de vaca y verduras hasta que revientes”. Y lo mismo el séptimo día, pero con arroz blanco, zumos no azucarados y verduras. Y sanseacabó… Y ahora díganme ustedes si me he perdido algo o ¿para qué diantres sirve la dichosa sopa de col?
12. La dieta del tenedor de plástico: bastante efectiva, se supone, ya que se trata de un pequeño tenedor de plástico, incómodo y feo que aburre hasta al más hambriento de los comensales. Hay variantes de dieta del palillo y tenedor que avisa cuando ya puedes dar otro bocado.
13. La dieta del tipo de sangre: una teoría de lo más evolutiva. Cada tipo de sangre ha recorrido un camino diferente y precisa de un tipo de comida diferenciada. Así, por ejemplo, los del grupo A deben ser vegetarianos (se siente), mientras que los del grupo 0 pueden atiborrarse a filetes de vaca y marisco. Eso sí, ningún tipo puede consumir cerdo y, aunque no dice nada del vino, me da que tampoco.
14. La dieta del parche: a algún avispado se le ocurrió que, si existían parches para dejar el tabaco y parches para controlar la natalidad, él también podría inventar el parche para controlar el peso. El mecanismo es muy sencillo: usted se pone un parche y éste le regula el apetito al detectar si está por encima de su peso o en su peso ideal. El único problema es que este parche no tiene ninguna base científica y, mientras los del tabaco y los del control de natalidad están aprobados por los principales organismos de la salud, los dietéticos ni están ni se les espera.
15. La dieta de las bolas de algodón: ínflese a bolas de algodón, secas o bañadas en gelatina, y ya no comerá en su vida. Más efectivo, imposible.
16. Dieta de la visión: también bastante ‘intuitiva’. Si lo que ves no te gusta, no te lo comerás. ¿Y qué mejor para que no te guste nada que unas gafas especialmente diseñadas para ello? Pues ahí están estas contemporáneas FTF Blue Diet Glasses. Quienes han probado este ‘tratamiento’ aseguran que las gafas los relajan cantidad, sobre todo cuando hace sol, pero que no pierden el apetito ni por un momento.
17. La dieta del jabón: un jabón elaborado con supuestas algas marinas capaz de limpiar el cuerpo y, al parecer, moldearlo a gusto del consumidor. ¿No es el sueño de todo y toda metrosexual? Hablamos del jabón Aoqili, del que aún se desconoce sus efectos.
18. La dieta de la grapa en la oreja: tal como lo oyen, una especie de piercing clavado en los cartílagos de su oído interior. Hay que tenerlo puesto de seis semanas a tres meses, porque luego el cuerpo ya se acostumbra a él y no sirve de nada. Aunque hay gente que dice que es altamente efectivo, ni ellos ni sus creadores saben decir por qué, aunque se intenta relacionar con la acupuntura. Por lo pronto, ya ha sido prohibido en Florida y regulado en varios estados de Norteamérica por las infecciones que provoca.
Yo me quedo con la dieta del aleluya. Es, simplemente, impagable. ¿Con cuál te quedas tú? Y, si ninguna colma tus expectativas, siempre puedes echar mano de la famosa dieta del cucurucho. Ya sabes, comer poco y de eso, mucho
1. La dieta del cavernícola: también conocida como la del Paleolítico, recomienda consumir sólo aquellos alimentos que estaban a disposición del hombre hace 10.000 años. No los mismos, claro, que ya estarían algo caducados, sino sus correspondientes en la actualidad. Era aquella una época en la que la agricultura no había hecho mella aún en nuestras sanas tradiciones y consiste básicamente en carne magra, pescado, vegetales, fruta, raíces varias y nueces. Los granos, la leche, la sal, el azúcar refinado, los aceites y las legumbres están prohibidos.
2. La dieta del aleluya: la dieta del aleluya sólo permite consumir los alimentos mencionados específicamente en el capítulo 1, verso 29, del Génesis. Todos naturales, vegetales y crudos. Por supuesto, en el capítulo 9, verso 3, del Génesis Dios suprime estas restricciones, aunque a la dieta del aleluya esto le trae sin cuidado.
3. La dieta de la emigración: ésta es radical, aunque afortunadamente del siglo XVIII. Thomas Short hizo notar en su libro ‘Causas y efectos de la obesidad‘ que la gente era más gorda en los climas húmedos. Solución: trasladarse a zonas más áridas.
4. Dieta de la perfecta masticación: popularizada por Horace Fletcher, conocido como El Gran Masticador, en el período Eduardiano, consistía en masticar 32 veces cada trozo de alimento, lo cual suele durar unos 30 segundos, para, acto seguido, echar la cabeza hacia atrás y dejar que la papilla fluyese por la garganta. Si algún trozo no cabía, debía ser escupido. El autor aseguraba haber bajado unos 18 kilos en 4 meses. Lo cual no es de extrañar: con semejante método, a cualquiera se le quita las ganas de comer.
5. Dieta de la tenia o solitaria: a principios del siglo pasado se comercializaron unas píldoras que decían contener solitarias para combatir la obesidad. No se sabe a ciencia cierta si, efectivamente, las píldoras albergaban semejantes parásitos o era una engaño, pero lo cierto es que mucha gente pagó por ellas. De cualquier forma, aún hoy día se utiliza este tipo de bichos como soluciones sanitarias.
6. La dieta del pez: en 1939 una fiebre barrió EEUU. Lothrop Withington, un estudiante de Harvard, se tragó viva una carpa dorada de acuario y aseguró que perdía peso. Poco después miles de personas corrieron a imitarlo. La fiebre acabó cuando las autoridades sanitarias certificaron que el método no sólo no hacía perder peso, sino que ponía en grave peligro la vida de los osados, debido a los agentes patógenos y parásitos que podía transmitir el goldfish.
7. La dieta de la nicotina: las compañías tabacaleras no tuvieron el menor escrúpulo en publicitar el tabaco, a mediados del siglo pasado, como agente para perder peso. El resultado es de todos conocidos. Muchos perdieron algo más que peso.
8. Dieta del sueño: bastante elemental. Mientras duermes, no comes. Así que, si permaneces sedado, no comerás. Elvis Presley fue un impulsor de este ‘método’ en la última etapa de su vida. Sin comentarios.
9. La dieta de la limonada: el lema, de entrada, ya asusta: ‘Perder peso, obtener más energía y ser más felices en 10 días’. Tome exclusivamente una mezcla especial de limonada mezclada con agua salada y té laxante durante 10 días (hay incluso quien se atreve con cosas peores). Si no pierde peso y sigue con vida, lo suyo es grave.
10. La dieta del apio: basándose en una creencia aún no contrastada, sus promotores dicen que se queman más calorías intentando procesar y digerir el apio que las que aporta como alimento, de tal forma que, consumiéndolo, perdemos calorías. La teoría es perfecta, salvo un ligero matiz: la diferencia de calorías aportadas-quemadas es tan insignificante que haría falta comer miles de tallos de apio al día para que la dieta fuera efectiva. Y, además, a pelo, porque cualquier salsa o guarnición arruinaría el régimen.
11. Dieta de la sopa de col: es una dieta un tanto curiosa (bueno, como todas) que se desarrolla en siete días. El primer día sólo puedes tomar sopa de col, frutas agua y té, todo en la cantidad que quieras. Ya al segundo día comes verduras y, por supuesto, sopa de col. Todo lo que quieras también, hasta saciarte y más allá. Y así se van agregando alimentos hasta el sexto día, en el que textualmente: “Come carne de vaca y verduras hasta que revientes”. Y lo mismo el séptimo día, pero con arroz blanco, zumos no azucarados y verduras. Y sanseacabó… Y ahora díganme ustedes si me he perdido algo o ¿para qué diantres sirve la dichosa sopa de col?
12. La dieta del tenedor de plástico: bastante efectiva, se supone, ya que se trata de un pequeño tenedor de plástico, incómodo y feo que aburre hasta al más hambriento de los comensales. Hay variantes de dieta del palillo y tenedor que avisa cuando ya puedes dar otro bocado.
13. La dieta del tipo de sangre: una teoría de lo más evolutiva. Cada tipo de sangre ha recorrido un camino diferente y precisa de un tipo de comida diferenciada. Así, por ejemplo, los del grupo A deben ser vegetarianos (se siente), mientras que los del grupo 0 pueden atiborrarse a filetes de vaca y marisco. Eso sí, ningún tipo puede consumir cerdo y, aunque no dice nada del vino, me da que tampoco.
14. La dieta del parche: a algún avispado se le ocurrió que, si existían parches para dejar el tabaco y parches para controlar la natalidad, él también podría inventar el parche para controlar el peso. El mecanismo es muy sencillo: usted se pone un parche y éste le regula el apetito al detectar si está por encima de su peso o en su peso ideal. El único problema es que este parche no tiene ninguna base científica y, mientras los del tabaco y los del control de natalidad están aprobados por los principales organismos de la salud, los dietéticos ni están ni se les espera.
15. La dieta de las bolas de algodón: ínflese a bolas de algodón, secas o bañadas en gelatina, y ya no comerá en su vida. Más efectivo, imposible.
16. Dieta de la visión: también bastante ‘intuitiva’. Si lo que ves no te gusta, no te lo comerás. ¿Y qué mejor para que no te guste nada que unas gafas especialmente diseñadas para ello? Pues ahí están estas contemporáneas FTF Blue Diet Glasses. Quienes han probado este ‘tratamiento’ aseguran que las gafas los relajan cantidad, sobre todo cuando hace sol, pero que no pierden el apetito ni por un momento.
17. La dieta del jabón: un jabón elaborado con supuestas algas marinas capaz de limpiar el cuerpo y, al parecer, moldearlo a gusto del consumidor. ¿No es el sueño de todo y toda metrosexual? Hablamos del jabón Aoqili, del que aún se desconoce sus efectos.
18. La dieta de la grapa en la oreja: tal como lo oyen, una especie de piercing clavado en los cartílagos de su oído interior. Hay que tenerlo puesto de seis semanas a tres meses, porque luego el cuerpo ya se acostumbra a él y no sirve de nada. Aunque hay gente que dice que es altamente efectivo, ni ellos ni sus creadores saben decir por qué, aunque se intenta relacionar con la acupuntura. Por lo pronto, ya ha sido prohibido en Florida y regulado en varios estados de Norteamérica por las infecciones que provoca.
Yo me quedo con la dieta del aleluya. Es, simplemente, impagable. ¿Con cuál te quedas tú? Y, si ninguna colma tus expectativas, siempre puedes echar mano de la famosa dieta del cucurucho. Ya sabes, comer poco y de eso, mucho
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